jueves, 19 de agosto de 2010

LA TRADICIÓN PAULINA



LA TRADICIÓN PAULINA
Introducción
El apóstol Pablo es una figura tan significativa en el NT y en la historia de la iglesia cristiana que se lo ha considerado el segundo fundador del cristianismo. Dicha pretensión no parece ser verdad, ya que ignora la continuidad entre Jesús y Pablo; y reduce injustamente las contribuciones de Pedro, Juan, Lucas y otros.
Sin embargo, no hay duda que Pablo jugó un rol vital en el crecimiento y desarrollo de la iglesia como en la interpretación y aplicación de la gracia de Dios en Cristo. Pablo sigue ejerciendo una permanente y poderosa influencia a través de sus cartas que han llegado a formar parte del canon del NT. Sus escritos representan casi una cuarta parte del NT, siendo, después de Lucas, el escritor individual más prolífero del NT. Si se agregaran los 16 capítulos paulinos de Hechos de los Apóstoles (13-28) Pablo representaría una tercera parte del NT.
¿Quién fue Pablo? Explorar sus antecedentes puede ayudar a entenderlo mejor y a interpretar sus palabras con precisión.
Aunque los detalles básicos de su vida pueden encontrarse en sus discursos de defensa (como informados por Lucas en los Hechos de los Apóstoles) dados a la multitud de judíos hostiles en las escalinatas del templo

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(22:1-21) y ante el rey Agripa II y el procurador Festo (26:2-23), el mismo Pablo provee informaciones en sus cartas.
Antecedentes de Pablo
Origen y educación
El Nuevo Testamento se constituye en la fuente de los antecedentes del apóstol.
Lucas da algunas informaciones de importancia en relación al apóstol. Primero, Pablo nació en “Tarso de Cilicia” (22:3). Tarso era la ciudad mayor de Cilicia, una región en el extremo sudeste del Asia Menor, frente a Chipre. En tiempos del apóstol, la ciudad era la capital de la provincia Romana de Siria y Cilicia (Gál 1:21). Fue ciudad muy próspera, privilegiada–a pesar de los tributos a Roma–y culta. Famosa por sus escuelas. Según Pablo, no sólo había nacido en Tarso, sino que era “ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia” (21:39).
Más significativo, sin embargo, es el hecho que Pablo fuese ciudadano del Imperio Romano. Los Romanos no conferían la ciudadanía fácilmente. Sólo un porcentaje reducido de quienes vivían dentro de los límites del imperio recibían ese privilegio.
La ciudadanía romana de Pablo fue heredada de su familia (22:28), tal vez, a causa de una obra servicial realizada a los romanos por su padre o

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abuelos. No importa tanto cómo Pablo llega a ser romano, sino que dicha situación constituyó una calificación importante y providencial en su misión evangelizadora en los límites del imperio. Esta condición lo favoreció en su misión ante circunstancias desfavorables (16:37-39); le ayudó a evitar castigos (22:23-29) y favoreció ante la apelación a la corte del emperador en Roma (25:10-12).
Como ciudadano romano, el apóstol pudo haber tenido tres nombres. Un primer nombre (praenomen), el nombre familiar (nomen) y un sobrenombre (cognomen). De estos, se conoce solamente su cognomen, Πα_λoς (Paulos).
La ciudad de Tarso, además, pudo haber ayudado o motivado a Pablo en su auto sostén. Un producto local llamado cilicium se usaba en la fabricación de tiendas de campaña (algo semejante a carpas). Precisamente, Lucas refiere que Pablo era un fabricante de dichas tiendas (18:3). Presumiblemente, el modo de sustento en su trabajo misionero (1 Tes 2:9).
Segundo, Lucas refiere que Pablo fue “criado en esta ciudad” (22:3), declaración que ha suscitado viva discusión. El debate atrajo mucha atención porque se encuentra en el contexto de la definición de las posibles influencias helenas o judías en la formación del pensamiento del apóstol. ¿A qué ciudad refiere la expresión “esta ciudad”? Podría ser una alusión a Jerusalén o a Tarso de Cilicia. Cualquiera de las dos posibilidades tienen sus defensores. Sin embargo, la presencia de expresiones tales como “nacido”, “criado”, “educado”

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(una forma autobiográfica habitual de aquellos días) ayuda a interpretar que Pablo estaría implicando que nació en Tarso y fue criado e instruido en Jerusalén.
De todas maneras, esto no ayuda mucho a la discusión de los antecedentes helenos o judaicos en Pablo. Por un lado, habría tenido grandes oportunidades de ser inspirado por ideas helenas en Jerusalén (el helenismo no era de ninguna manera desconocido allí), o durante su larga permanencia en Tarso después de su conversión. Por el otro, aunque Pablo haya permanecido hasta su adolescencia en Tarso, esto no necesariamente habría favorecido al hecho de las influencias helénicas en él. El mismo apóstol enfatiza que es “hebreo de hebreos” (Fil 3:5), aparentemente significando que sus padres y él mismo lo eran lingüística y culturalmente hablando. El ambiente hogareño, localizado en Tarso o Jerusalén, se habría caracterizado por el cultivo del idioma arameo y las tradicionales costumbres del judaísmo palestino, lo que pudo haber ejercido influencia en su pensamiento y posterior teología.
Si se asumiera que la mayor influencia en el pensamiento y teología de Pablo fuese hebrea, como será argumentado más adelante, debe ejercerse especial cuidado en no ser excesivamente rígido en la distinción entre “helenistas” y “palestinos” o “helenistas” y “judaistas”. Aunque se implica en los dichos del apóstol, éste pudo haber estado expuesto a muchas influencias y combinaciones de influencias diferentes.

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Terceo, Lucas informa que Pablo fue “educado . . . estrictamente conforme a la ley de nuestros Padres, celoso de Dios” (22:3). Es decir, no sólo fue por nacimiento “hebreo de hebreos”. Como nunca se cansó en enfatizarlo (26:6; Gál 1:14; Fil 3:5-6), fue por convicción un celoso discípulo del judaísmo, miembro de “su más estricta secta” (26:5), un fariseo.
La inspiración registra que “Saulo de Tarso sobresalía entre los dignatarios judíos que se habían excitado por el éxito de la proclamación del Evangelio . . . Los rabinos lo consideraban como un joven muy promisorio, y acariciaban grandes esperanzas respecto a él como capaz y celoso defensor de la antigua fe. Su elevación a miembro del Sanedrín lo colocó en una posición de poder.”1
Aunque no hay consenso mayoritario sobre muchos aspectos del fariseísmo del tiempo de Pablo, algunas cosas son claras. Los fariseos (1) dieron mucha atención a la tradición oral, “la tradición de los ancianos” (Mt 15:1-6; Mr 7:1-3); un cuerpo de regulaciones designadas a interpretar y suplementar la tradición escrita, la ley mosaica; (2) estaban en desacuerdo con los saduceos en varios aspectos de la interpretación de las doctrinas; por ejemplo, en lo relativo a la resurrección (23:6-8); (3) ejercieron gran influencia sobre el populacho, quienes respetaron sus creencias y deseos de santificar

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todos los aspectos de la vida.
Pablo fue educado bajo Gamaliel (26:3), un fariseo de la escuela de Hillel, “de buena reputación, hombre erudito y de elevada categoría social.”1
Caracterizaba la escuela de Hillel su liberalidad, actitud que se revela en el consejo de Gamaliel al Sanedrín en relación con la iglesia primitiva (Hech 5:34-39). Pablo, sin embargo, pareciera haberse diferenciado de su maestro en este aspecto. Repite que su celo por el judaísmo lo llevaba a perseguir el movimiento cristiano primitivo (22:4; 26:9-11; Gál 1:13; Fil 3:6).
Pablo, después de todo, no puede ser muy distinto a su maestro. Gamaliel da su consejo antes que el incidente de Esteban revelara el punto al cual estaban llegando algunos cristianos en su propuesta de alcanzar justicia independientemente de la ley y de los servicios ceremoniales del templo. Posiblemente, puede haber sido este desarrollo del pensamiento cristiano lo que produjo en parte el enfrentamiento de Pablo, y tal vez, el de los fariseos, contra el incipiente movimiento cristiano.
Cuarto, Lucas refiere al inesperado y sorpresivo encuentro con Jesús resucitado en camino a Damasco, a través del cual el perseguidor de cristianos llega a ser el más destacado predicador de Cristo: “yendo . . . al llegar cerca de Damasco” (22:6).

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La experiencia de Damasco se describe una vez por Lucas (Hech 9:3-6), dos veces por Pablo en los Hechos (22:6-11; 26:12-15) y una vez más en sus epístolas (Gál 1:15-16). Eruditos neotestamentarios interpretan este evento como factor predominante y vital en la formación de mucho de la teología del apóstol.1 Para Elena de White, este fue un “singular suceso que cambiaría por completo el curso de su vida.”2
Este encuentro no fue meramente una experiencia psicológica, ni tan sólo una revelación divina. Aunque no vieron a Jesús (9:7 cf. Con 22:9), los compañeros de Pablo observaron la brillantez de la luz. Además, Pablo hace claro que esta manifestación del Jesús resucitado fue totalmente paralela con las apariciones a Pedro y a los otros discípulos en los días posteriores a su resurrección y ascensión (1 Cor 15:5-8; 9:1).
La “revelación” fue inesperada y sin preparación previa. Lo que hace evidente lo inesperado de la experiencia es el hecho que Pablo no revele ningún espíritu de insatisfacción con sus convicciones judías. Antes del encuentro no da evidencias de estar buscando alguna experiencia más profunda con Dios.
Algunos textos que se usan para indicar cierto período de preparación previo a Damasco, parecen sugerir todo lo contrario. Cuando se le advierte a
1 Ver particularmente, Seyoon Kim, The Origin of Paul´s Gospel (Tübingen: Mohr, 1981) y Christian Dietzfelbinger (Die Berufung des Paulus als Ursprung seiner Theologie, WMANT 58. Neukirchen-Vluyn: Neukirchener, 1985).
2White, 93.

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Pablo que “dura cosa es dar coces contra el aguijón” (9:5; 26:14), se implica que no ha estado resistiendo la voz del Espíritu, sino que no debiera hacerlo a partir de la revelación celestial ya recibida. Tampoco Rom 7:14-25 refiere a una lucha psicológica previa a su conversión. Sino que las alusiones a la experiencia de Damasco, en los Hechos como en Fil 3:3-11, sugieren un cambio dramático y rápido del celoso judío y perseguidor de la iglesia en un discípulo de Jesús.
La experiencia de Damasco hizo de Pablo más que un discípulo de Jesús, lo transformó en el más convencido y poderoso proclamador de su mesianismo. Aunque no se declara la relación de Pablo con Jesús en los mismos términos en todos los relatos, cada uno hace claro que la conversión de Pablo fue también un llamado al ministerio (9:15; 22:15; 26:15-18; Gál 1:16).
Hay quienes aún han avanzado más lejos en su interpretación de lo ocurrido en camino a Damasco. Se sugiere que esta revelación fue un llamado al ministerio, pero no una conversión del judaísmo al cristianismo.1 Sin embargo, el NT hace claro que los dos movimientos son diferentes: sólo dentro del cristianismo se encuentra salvación. Parece apropiada la designación de conversión al cambio ocurrido en Saulo. Pablo se vio a sí mismo como instrumento especial en las manos de Dios, como lo fue Isaías (Isa 6) o Jeremías
1Ver Krister Stendall, Paul Among Jews and Gentiles, and Other Essays (Philadelphia: Fortress, 1976),

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(Jer 1) en el AT. Enfatiza que su llamado es particularmente para predicar a los Gentiles (Gál 1:16; 1 Tes 2:4; Rom 1:1, 5; 15:15-16).
La convicción del llamamiento divino fue fundamental a Pablo en su misión de llevar el evangelio a los Gentiles. Esto lo capacitó para hacer frente a las más dificultosas situaciones en su ministerio.
Las cartas de Pablo también se constituyen en fuentes de su
conocimiento. En diversas ocasiones, y siempre provocado por sus adversarios, el apóstol hizo referencia a su origen y al período de su vida anterior a su conversión al cristianismo. El texto más significativo es Fil 3:5-6 (cf. 2 Cor 11:22; Rom 11:1; Gál 1:14; 2:15). Según estos pasajes, Pablo procedía de una familia judía de la tribu de Benjamín, fue circuncidado al octavo día de su nacimiento y educado rígidamente en el judaísmo, incorporándose a la secta de los fariseos. Esto significaba que se había dedicado formalmente al estudio de la interpretación de la ley y del Antiguo Testamento. De sus cartas, además, se deduce que Pablo era un judío helénico, educado en un ambiente en el que el griego era la lengua normal y corriente.
El celo por la ley judía convirtió a Pablo en un perseguidor de los cristianos. Esto lo afirma el apóstol repetidas veces (Gál 1:13-23; 1 Cor 15:9; Fil 3:6), aunque no se sabe el tipo de actividad que Pablo desempeñaba como tal perseguidor de los cristianos.

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Producción literaria
De los veintisiete libros constituyentes del NT, veintiuno son cartas. Representan aproximadamente un 35 % del texto neotestamentario. Pablo escribe 14 de esas epístolas, siendo el escritor más sobresaliente.
No se puede pasar por alto el valor de sus epístolas, ya que solucionan muchos problemas y situaciones delicadas urgentes, a la vez que formulan y dan naturaleza autoritativa a las enseñanzas cristianas. Se constituyen en un tesoro teológico de mucha trascendencia para el cristianismo.
En el canon del NT, las cartas de Pablo se ordenan de acuerdo a su extensión de Romanos a Filemón. Sin embargo, varias son las categorías que se usan para agruparlas:
Cartas en viajes, escritas durante su ministerio activo (1-2 Tesalonicenses, 1-2 Corintios, Gálatas, Romanos, 1 Timoteo y Tito); cartas de la cautividad, escritas desde la prisión, sea en Cesarea, Éfeso o Roma (Filipenses, Filemón, Colosenses, Efesios, y 2 Timoteo); cartas pastorales, escritas a sus delegados (1-2 Timoteo y Tito); cartas doctrinales, escritas a comunidades cristianas en las que Pablo enseña el corazón de su teología, la doctrina de la justificación por la fe (Romanos, 1-2 Corintios y Gálatas). La tradición más conservadora incluye la homilía a los Hebreos;1 cartas según la

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fecha de composición: (1) 1-2 Tesalonicenses [50-52 DC]; (2) 1-2 Corintios, Gálatas y Romanos [55-58 DC]; (3) Filipenses, Filemón, Colosenses, Efesios y Hebreos [60-63 DC]; (4) 1 Timoteo, Tito y 2 Timoteo [65-67 DC].
La correspondencia paulina se caracteriza por su gran variedad. Filemón es una carta personal; 1-2 Timoteo y Tito son cartas a delegados pastorales en el campo misionero; Efesios, en contraste, es la más pública de todas. Se la considera una especie de encíclica; Colosenses y Romanos se escriben a iglesias que Pablo no funda ni conoce con anticipación; Filipenses es una carta amistosa a la más querida y cercana comunidad a Pablo; Gálatas es una epístola de reproche y argumentos; la correspondencia enviada a Tesalónica y Corinto, es, posiblemente la más pastoral de todas. Sus formas y contenidos se determinan por las necesidades apremiantes de los recipientes.
Desde el siglo XVIII, se debate sobre la autenticidad de algunas de las cartas paulinas. En un tiempo u otro, las catorce tuvieron que probar su autenticidad a los críticos. Como resultado del debate, se ha desarrollado un consenso generalizado entre los mismos. Casi la mayoría de ellos aceptan un cuerpo paulino corto de sólo siete cartas (Romanos, 1 Tesalonicenses, 1-2 Corintios, Filemón, Gálatas y Filipenses). Rechazan como auténticas epístolas a 1-2 Timoteo y Tito. Discuten seriamente 2 Tesalonicenses, Colosenses y Efesios. No aceptan más a Hebreos como escrita por el apóstol.
Varios son los criterios usados por los críticos para definir la autenticidad
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de un documento paulino. Sin embargo, los más importantes se reducen a dos. Primero, el estilo del autor. Esto incluye no sólo su vocabulario, sino la extensión de la sentencia y su estructura. Puede extenderse a las variantes en la forma epistolar, a los modos en la argumentación y a la densidad del uso del Antiguo Testamento. Segundo, teología. Se observa básicamente la coherencia-consistencia y el contenido. Mide ciertas categorías conceptuales, tales como la visión de la ley, de la cristología y de la escatología por parte del supuesto autor del texto epistolar.
Las presuposiciones en las que se basan estos criterios no tienen fundamentación sólida. Es mera especulación. La variedad de estilos como de teologías en el mismo escritor se explica por el carácter situacional del documento escrito. Todas las cartas paulinas tienen un grado evidente de ocasionalidad. Pablo no escribe simplemente por escribir y publicar. Lo hace para suplir una necesidad apremiante en sus destinatarios, congregaciones o delegados pastorales. De allí que cada carta deba ser estudiada en su propio contexto histórico, literario y teológico.
A pesar de la variedad, las cartas paulinas siguen un modelo estructural similar.
En cuanto a la introducción de las epístolas, puede observarse que estas, generalmente, expanden el modelo helénico: “Saludos de A a B” (Rom 1:1-7; Gál 1:1-5; 1 Tes 1:1; Tito 1:1-4). A menudo aparece el propósito específico de

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la carta. Pablo da informaciones adicionales de los que envían la carta (Rom 1:1-16; Gál 1:1-2; 1 Tim 1:1; 2 Tim 1:1; Tito 1:1-3) o destinatarios de la misma (1 Cor 1:2; 2 Cor 1:1; Flm 2). Describe a los enviadores y receptores en términos de su relación con Dios en Cristo. Pablo se identifica a sí mismo con epítetos tales como “apóstol” y “siervo”, mientras que a los destinatarios llama “santos”, “amados” o “la iglesia de Dios que está en . . .” La salutación helénica habitual χαίρειv (“gozar”, “saludar”) se reemplaza por xápLS Kan ELpilvil (“gracia y paz”), lo que es tanto una afirmación relativa a la gracia y paz de Dios en la que los recipientes de la carta ya participan, y una oración para que aprecien y experimenten estas bendiciones más cabalmente.
En las cartas del apóstol, al saludo le sigue una oración: Las cartas más familiares del período helénico comienzan con una fórmula de gratitud a los dioses por beneficios personales recibidos. Pablo adapta este modelo epistolar, usando frecuentemente la fórmula Eúxap LOTÉW (“doy gracias”) en el comienzo de sus cartas para expresar gratitud a Dios, el padre de Jesucristo, por lo que ha realizado en la vida de sus lectores gentiles (Rom 1:8; 1 Cor 1:4; Fil 1:3; Col 1:3; 1 Tes 1:2; 2 Tes 1:3; 1 Tim 1:12; 2 Tim 1:3; Flm 4).
Se observan dos tipos de estructuras en las expresiones de gratitud de Pablo: (1) La primera comienza con el verbo EúxapLOTEW y concluye con la conjunción preposicional Ivα (“para que”, “a fin de que”) o su equivalente, indicando el contenido de la intercesión del apóstol por los lectores (Fil 1:3-11;

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Col 1:3-14; 1 Tes 1:2-3:13; 2 Tes 1:2-12; 2:13-14; Flm 4-7; cf. Efe 1:15-19). La segunda es más simple en forma. Comienza con Eúxap LOTEE) y concluye con la conjunción οτι (“que”, “porque”), enfatizando la razón por la expresión de gratitud (1 Cor 1:4-9; cf. Rom 1:8-10).
Mientras la estructura de la gratitud paulina es de influencia helénica, el contenido, además de sus elementos específicamente cristianos, muestra la influencia del pensamiento veterotestamentario y del judaísmo.
Se han detectado las siguientes funciones didácticas de las fórmulas de gratitud en las introducciones epistolares paulinas: (1) Introducir y presentar el tema principal de las cartas; (2) introducir asuntos teológicos de importancia para el apóstol (Col 1:9-14); (3) dar evidencia del profundo interés pastoral del apóstol por sus lectores; e (4) informar los motivos de gratitud y peticiones apostólicas a los lectores de las cartas.
Pablo introduce dos de sus cartas usando una típica forma de oración del AT, denotando alabanza, al usar la fórmula familiar de bendición judaica
EÚ,kOyrltióS ó OEός (“bendito sea Dios” [2 Cor 1:3, Efe 1:3; cf. 1 Ped 1:3-5]).1
Mientras su gratitud focaliza sobre la obra de Dios en la vida de otros, alaba a Dios por bendiciones en las que Pablo mismo participa.
El cuerpo de las cartas paulinas muestra considerable variedad, reflejando

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precisamente las diferentes situaciones epistolares. Aparentemente, Pablo se inclinaba más a seguir su propio esquema que estructuras epistolares conocidas o preestablecidas. Ha habido alguna dificultad en determinar dónde comienza o termina el cuerpo de la carta paulina (por ejemplo, en 1 y 2 Tesalonicenses). Sin embargo, ciertas fórmulas características de transición parecen introducir el cuerpo de la misma. Estas incluyen expresiones tales como “os exhorto” (1 Cor 1:10; 1 Tes 4:1; 1 Tim 1:3; 2:1; Flm 9), “os rogamos” (2 Tes 2:1); “no queremos que ignoréis” (2 Cor 1:8); “quiero que sepáis” (Fil 1:12); “por esta causa”; “por lo cual” (Efe 1:15; Col 1:9; 2 Tim 1:6; Tito 1:5).
Por otro lado, fórmulas similares introducen nuevos temas dentro de la carta o marcan la transición de un pensamiento a otro (Rom 11:36-12:1; 1 Cor 7:1; 8:1; 10:1; 12:1; 15:1; 16:1; Efe 3:21-4:1; 1 Tes 3:11-4:1).
El cierre del cuerpo se indica ocasionalmente por conclusiones escatológicas (Rom 11:25-36; 1 Tes 3:11-13).
Pablo usa los saludos típicos del cierre de las cartas helénicas para unir las congregaciones con su propio ministerio itinerante (Rom 16:3-16, 21-23; 2 Cor 13:12-13; Col 4:10-17). Sin embargo, no incluye los acostumbrados deseos de salud o palabras griegas de despedida. En su lugar, expresa una bendición (1 Cor 16:23; Gál 6:16, 18; Efe 6:23-24; 2 Tes 3:16, 18) o doxología (Rom 16:25- 27; Fil 4:20; cf. Heb 13:20-21).
La bendición final, que lleva la carta a su definitiva conclusión, a menudo

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expresa un particular deseo de Pablo (por ejemplo, “que la gracia del Señor Jesús sea con todos vosotros”; 1 Cor 16:23) y declara una nota de confianza. Otra forma convencional que Pablo usa para concluir sus cartas son referencias autográficas (lo que era un medio característico común de autenticación en cartas y documentos de la antigüedad [1 Cor 16:21; Gál 6:11; Col 4:18; 2 Tes 3:17]), uso de secretario (Rom 16:22) y el beso santo (Rom 16:16).
Ya que las cartas no eran parte de la metodología típica para la instrucción religiosa entre los hebreos, ¿por qué Pablo y los apóstoles escogieron esta forma de comunicación? La respuesta probablemente sea doble: Primero, el cristianismo primitivo en rápido crecimiento y expansión, necesitaba un medio de comunicación a distancia. La carta fue la solución. La significación religiosa de las cartas, en el sentido de documentos canónicos autoritativos, fue el producto de una decisión tardía más que una intensión en tiempos de escritura. Los apóstoles comunicaron sus enseñanzas en cartas porque era conveniente y necesario. No estaban creando deliberadamente un nuevo instrumento de instrucción religiosa. Segundo, los apóstoles podrían haber escogido las cartas por el sentido de cercanía personal. En tiempos de Pablo, la carta era un medio que establecía presencia personal desde la distancia, lo que servía perfectamente a las necesidades de los apóstoles en pastorear sus rebaños a partir de la separación.
La mayoría de las cartas paulinas, como ya fue mencionado, se

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escribieron a iglesias que Pablo ya había establecido o fundado con anterioridad. En ellas trata problemas que se originaron en su ausencia. Por tal razón, se considera que dichas cartas fueron sustitutas autoritativas de la presencia del apóstol. Hablan la palabra con autoridad.
Autoridad de Pablo
Fuente
Pablo define su autoridad como “dada por el Señor” (2 Cor 10:8; cf. Rom 1:1). Dicha autoridad se origina específicamente en su condición de “apóstol de Cristo” (1 Tes 2:6), lo que le da el derecho a ejercer su influencia personal cuando fuere necesario (1 Tes 2:7).
Autoridad y apostolado se vinculan estrechamente en las cartas de Pablo. La conciencia de ser apóstol fue central a su ministerio. Como otros apóstoles, había visto al Señor (1 Cor 9:1). Y el Señor mismo, no el hombre, lo había llamado a su apostolado (Gál 1:1).
Debido a que Pablo fue un apóstol llamado divinamente, pudo clamar autoridad semejante a la de Pedro, Santiago, Juan y el resto de los considerados “grandes apóstoles” (2 Cor 11:5). Pablo escribe sus cartas a partir de esta conciencia de autoridad apostólica.
Es verdad, a veces Pablo distingue entre sus enseñanzas y las enseñanzas del Señor (1 Cor 7:6, 10, 12; 2 Cor 11:17) y en ninguna de sus epístolas afirma

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que sus escritos sean inspirados. Sin embargo, en diferenciar sus enseñanzas con las del Señor, el apóstol no sugiere que sus escritos sean considerados menos autoritativos. Y, aunque Pablo no afirme o pretenda ser inspirado, su llamado y condición apostólica lo capacita a interpretar con soberana libertad las escrituras del AT y a hacer demandas a su pueblo que considere en armonía con las mismas.
Por tal razón, Pablo hace ciertos requerimientos “a través del nombre del Señor Jesucristo” (1 Cor 1:19); ejerce disciplina “en el nombre del Señor Jesucristo” (2 Tes 3:11-12); da exhortaciones e instrucciones “en el nombre del Señor” (1 Tes 4:2; 2 Tes 3:6); e imparte enseñanzas “por la palabra del Señor” (1 Tes 4:15; 1 Cor 7:10).
Desafíos a su autoridad
En la mayoría de las cartas, Pablo enfatiza su autoridad. Es claramente evidente en las secciones introductoras de sus epístolas, en las que comúnmente se identifica a sí mismo como “Pablo . . . apóstol de Jesucristo” (Romanos; 1-2 Corintios; Gálatas; Efesios; Colosenses; 1-2 Timoteo y Tito). Sin embargo, el problema de la autoridad apostólica del apóstol se plantea en sus cartas a los de Galacia y Corinto.
En Galacia, ciertos misioneros itinerantes de influencia judaizante,
predicaron la circuncisión (Gál 2:3-5; 5:2-12; 6:12-13) y la observancia de las

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obras de la ley (2:15-16; 3:2; 5:4), intentando erosionar la autoridad de Pablo entre las iglesias gentiles al afirmar que su apostolado era inferior por ser de origen humano (1:1; 13-2:10). Acusaban a Pablo de hacer el evangelio apetitoso a los Gentiles (1:11-12; 2:1-10).
En 1 y 2 Corintios, Pablo responde a quienes desafían su autoridad por cuestionar su apostolado. Desafiaban su misión apostólica por el hecho de (1) rechazar apoyo financiero de sus iglesias (1 Cor 9:3-18; 2 Cor 12:13); (2) no tener cartas de recomendación (2 Cor 3:1-3); (3) no haber sido exitoso en la evangelización de su pueblo (2 Cor 3:14-4:4); y, (4) no ser un gran orador (2 Cor 10:10-11).
Validez de su autoridad
Al ser desafiada su autoridad, Pablo argumenta con las marcas que convalidan su apostolado.
Su primera credencial es que ha visto al Señor (1 Cor 9:1; cf. 1 Cor 15:7; Gál 1:15-16). Aunque este texto se expresa en un lenguaje que no es habitual en Pablo,1 establece dos cosas: Primero, Pablo cree que su experiencia en el camino a Damasco fue más que una mera visión. Fue la aparición del Cristo resucitado, semejante a la de Cefas, a la de Los Doce, a la de los quinientos, a la de Jacobo y a la de los apóstoles (1 Cor 15:3-8). Segundo, ya que los que
1Cf. Rom 4:24, el cual también refiere al Señor resucitado. Posiblemente sea esta una expresión semi técnica para referir a Cristo en su resurrección. El es “Jesús”, el nombre del Hijo de Dios en su encarnación; habiendo llegado a ser “nuestro Señor” a través de su resurrección de los muertos.

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vieron al Señor resucitado no llegaron a ser apóstoles, lo que posiblemente legitimizó su apostolado fue su llamado a ejercerlo. Aunque no lo dice así aquí, en Gál 1:16 la revelación del Hijo de Dios se acompaña con su propósito, “para que le predicase entre los Gentiles”.1
La segunda prueba que convalida su apostolado la constituye los cristianos de Corinto (1 Cor 3:6, 10; 4:15; 2 Cor 3:1-2). Es decir, el establecimiento de iglesias en regiones nuevas (cf. Rom 15:17-22).
La tercera evidencia tiene que ver con las “señales de los apóstoles” que fue una constante en su proceso evangelizador: “señales, prodigios y milagros” (2 Cor 12:12). Es dificultoso definir si “señales, prodigios y milagros” en este texto definen el contenido de las señales apostólicas (dativo instrumental) o lo que las acompaña (dativo de acompañamiento). El problema es la repetición del vocablo “señales” en el dativo plural, el cual habitualmente define instrumento (“por señales, prodigios y milagros”) o acompañamiento (“con señales, prodigios y milagros”).
Sin embargo, referencia al verbo κατεργάζεσθαι (“trabajar”, “cumplir”, “ejecutar”, “llevar a cabo”, “hacer”) las señales (por Dios: una instancia de la voz pasiva divina del verbo, junto con la frecuencia de este tipo de anacoluto en

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Pablo,1 inclina la balanza en favor del dativo instrumental. Que su predicación no fue solamente en palabra, sino “en poder del Espíritu” es un concepto reiterado en Pablo (Rom 15:19; 1 Cor 2:4; Gál 3:5; 1 Tes 1:5).
Mientras los oponentes de Pablo buscan poner en duda su autoridad a través de formalidades tales como el requerimiento de cartas de recomendaciones y soportes financieros, Pablo fundamenta su autoridad apostólica por referir al origen y desarrollo de una iglesia (1 Cor 9:2; 2 Cor 3:1- 2); por recordar su fiel testimonio en favor del evangelio (1 Cor 4:1-2; 2 Cor 1:18; 4:5); y por referirse a sus adversidades, privaciones, dificultades y sufrimientos como apóstol (1 Cor 4:9-13; 2 Cor 4:7-12; 6:4-10; 11:23-12:10), lo que constituyen claras evidencias de su grado apostólico. La carencia de fidelidad testifica particularmente de un “falso” (2 Cor 11:13-15) y “maldito” apóstol (Gál 1:8).
Mientras Pablo es consciente de su autoridad apostólica (2 Cor 10:8; 13:10), no significa que posea un poder arbitrario o automático que lo transforme en omnisciente e infalible en su misión. Por un lado, como ya fue mencionado, Pablo mismo es consciente de cierta diferencia entre sus opiniones y la palabra autoritativa del Señor (1 Cor 7:6, 10, 12; 2 Cor 11:17). Por el otro, el claro conflicto entre Pablo y Pedro en Antioquía (Gál 2:11-13) ilustra que aún

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los apóstoles pueden actuar contra sus mejores convicciones (Gá l 2:7-9; Hech 15:7-9).
Fuentes del pensamiento y enseñanza de Pablo
Definir las fuentes que generaron el pensamiento y las enseñanzas del apóstol es un asunto complejo y de constante debate entre sus críticos e intérpretes. Su pensamiento, enseñanzas y teología proceden del influjo combinado de varias fuentes.
La revelación de Jesucristo
Toda discusión de las fuentes que influyen en su pensamiento y enseñanza debe reconocer, con la afirmación de Pablo, que su evangelio vino “por revelación de Jesucristo” (Gál 1:12).
Esta “revelación” refiere al encuentro de Cristo con Pablo en camino a Damasco (Gál 1:16). El apóstol hace claro que el evangelio que enseñaba a los Gálatas no se origina en alguna fuente humana. Este era una propuesta divina, un evangelio de origen sobrenatural.
Sin embargo, sin quitar nada a lo mencionado, Pablo reconoce que se encuentra en deuda con cristianos anteriores a él mismo. En 1 Cor 15:1-3, por ejemplo, declara que el contenido del evangelio predicado a los Corintios lo
“recibió” (παρέλαβov ) y lo “transmitió” (παρέδωκα) a ellos.

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Pablo usa el vocablo griego παραλαμβάnω (“recibir”, “heredar”, “encontrar a su llegada”, “oír hablar”), que corresponde al lenguaje que los rabíes usaban para describir las transmisiones de sus tradiciones. Lo que Pablo parece declarar es que los elementos constitutivos del contenido de su mensaje y enseñanzas, tales como las verdades relativas a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo (1 Cor 15:1-3) le fueron transmitidas por otros. Las escuchó de otros. Las “encontró a su llegada”. Transmitió lo que recibió como enseñanza autoritativa. Se cree que a partir del v. 3, Pablo reitera la tradición “oída”, “encontrada a su llegada”. Las razones para dicha interpretación, son las que siguen. Primero, los contenidos enseñados los “recibió” y los “pasó” a los Corintios. Segundo, la forma estilizada de cuatro declaraciones organizadas en dos series balanceadas. Tercero, la repetida preposición o[t i (“que”) delante de cada cláusula, lo que implica una clase de citación. Cuarto, la presencia de lo que parecen ser vocablos no paulinos en una afirmación tan corta y significativa.1
Hay quienes observan una cierta contradicción en estas afirmaciones de Pablo. Sin embargo, puede encontrarse alguna solución satisfactoria. Se debe distinguir entre esencia y forma. La esencia del evangelio fue revelada a Pablo en su experiencia en camino a Damasco: que Jesús de Nazaret es el verdadero

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Hijo de Dios. Esta verdad trajo dos claras implicaciones. Por un lado, los cristianos a quienes Pablo perseguía estaban en lo correcto. Por el otro, ya que el Mesías había venido, la ley ya no sería una condición de ingreso al pueblo de Dios (Gálatas).
La forma del evangelio, sin embargo, le fue transmitida por sus antecesores. Esto incluye los eventos trascendentes del evangelio, cierta fraseología usada para expresar la nueva verdad, y sin duda, muchas otras cosas más.
Las tradiciones cristianas
Aunque no se puede identificar con precisión qué tradiciones cristianas estuvieron disponibles a Pablo, se asume que muchos de los hechos históricos y énfasis teológicos encontrados en Hech 1:8 fueron transmitidos a Pablo por Pedro y otros creyentes en su permanencia de 15 días con ellos tres años después de su conversión (Gál 1:18). 1 Cor 15:3-5, como ya se ha visto, usa lenguaje que refiere a la recepción y transmisión de tradiciones.
Las mismas cartas de Pablo pueden, sin embargo, proveer más información acerca de las tradiciones usadas por el apóstol. Se argumenta que a través de análisis estilísticos y teológicos se puede identificar, dentro de las cartas paulinas, confesiones, himnos y material catequético tradicional del credo cristiano primitivo. Para la identificación de estas tradiciones cristianas

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tempranas, que pueden haber sido citadas por el apóstol, es valioso el vocabulario inusual en el texto del apóstol, los modelos rítmicos como poéticos y un énfasis teológico que se considere no paulino.
Fil 2:6-11, por ejemplo, parece ser un himno cristiano pre-paulino citado por el apóstol. Probablemente existan otras citaciones similares en sus cartas. Habría sido natural para Pablo edificar sobre bases comunes con sus lectores y mostrar su acuerdo armonioso con las enseñanzas cristianas conocidas, o citar de tales fuentes, como cualquier predicador contemporáneo lo hace de confesiones e himnos cristianos.
Con respecto a estas fuentes, dos advertencias parecen oportunas. Primero, se debe ser cuidadoso en no poner demasiado énfasis en la habilidad del intérprete al identificar tales pasajes. La línea entre la citación de una tradición pre-existente y el uso de lenguaje tradicional en la composición es dificultosa, y a menudo imposible de establecer. Segundo,debe ejercerse cuidado en no usar información especulativa acerca de estas tradiciones, tales como el lugar de origen o tendencia teológica, para establecer conclusiones exegéticas o teológicas. Simplemente no se conoce lo suficiente para justificar tales procedimientos.
El Jesús terrenal
Por detrás de toda tradición cristiana primitiva se encuentran las

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enseñanzas de Jesús, una cuestión muy debatida. Se discute hasta qué punto el Jesús terrenal fue una fuente para las enseñanzas de Pablo.
Algunos han sugerido que Jesús no contribuyó en nada. El más famoso abogado de la propuesta es Rudolf Bultmann, quien interpreta 2 Cor 5:16 para significar que Pablo no se interesa en el “Jesús de la historia.”1 Es claro que esto no es lo que el texto paulino significa en su contexto original. Pablo declara que no ve a Cristo “desde un punto de vista mundanal”, como lo había considerado antes de su experiencia en el camino a Damasco. Es decir, lo había estimado desde una perspectiva puramente humana: nazareno despreciado, hombre sin educación formal, indigente, un impostor rechazado y crucificado.
Sin embargo, con excepción de su muerte y resurrección, todavía permanece el hecho de que Pablo rara vez mencione algún evento del ministerio de Jesús, o algunas de sus enseñanzas. Esto no siempre significa que las enseñanzas de Pablo no hayan recibido influencias de la erudiciónde Jesús. El pensamiento de las instrucciones escatológicas de Pablo en 1 Tes 4-5 y 2 Tes 2 dependen en algún punto del sermón escatológico de Jesús (Mt 24; Mr 13; Lc 21). Se reconoce, además, que las enseñanzas éticas de Rom 12 tienen cierta similitud con el Sermón de la Montaña.
Pablo, entonces, parece haber usado mucho más de Jesús de lo que se

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cree y piensa a partir de lo que sugieren sus citas y alusiones. Aunque el número parezca exagerado, ayuda a poner el asunto en perspectiva; Arnold Resch cuenta 1.158 alusiones a enseñanzas de Jesús en Pablo. 1 Lo más importante es que los aspectos esenciales de la teología de Pablo son compatibles, tal vez dependientes, de las enseñanzas de Jesús.2
El estudio de los dichos de Jesús en el pensamiento paulino es un aspecto de constante debate acerca de la relación “Jesús-Pablo”.Aunque nadie discute que Pablo haya tenido algún conocimiento de las enseñanzas de Jesús, los críticos debaten en cuanto a la extensión de ese conocimiento en Pablo.3
El Antiguo Testamento
Que Pablo haya sido dependiente del AT en la formulación de sus
1A. Resch, Der Paullinismus und die Logia Jesu, TU 27 (Leipzig: Akademie, 1904).
2Ver particularmente a F. F. Bruce (Jesus and Paul [Grand Rapids: Baker, 1974], 55-67); M. B. Thompson (Clothed with Christ: The Example and Teaching of Jesus in Romans 12:1-15:13 (Sheffield: JSOT, 1991) y B. Witherington (Jesus, Paul and the End of the World: A Comparave Study in the New Testament Eschatology (Downers Grove: Intervasty, 1992).
3Para la historia de esa discusión ver a Víctor P. Furnish (“The Jesus-Paul Debate: From Baur to Bultmann,” Bulletin of the John Rylands Library 47 [1964-65]: 342-81; Werner G. Kümmel (“Jesus und Paulus,” New Testament Studies 10 [1964]: 163-81; idem, Heilsgeschehen und Geschichte: Gesammelte Aufsätze 1933- 1964, Marburger Theologische Studien, 3 [Marburg: N. G. Elwert, 1965]); Friedemann Regner (“Paulus und Jesus ” im neunzehnten Jahrhundert: Beiträge zur Geschchte des Themas “Paulus und Jesus ” in der neutestamentlichen Theologie, Studien zur Theologie und Geistesgeschichte des Neussehnten Jahrhunderts, 30 [Göttingen: Vandenhoeck and Ruprecht, 1977]); Hans Rollmann (“Paulus Aliebus: William Wrede on Comparing Jesus and Paul;” en From Jesus to Paul: Studies en Honour of Francis Wright Beare, ed. P. Richardson and J. C. Hurd [Waterloo, Ontario: Wilfrid Laurier University, 1984], 23-45); S. G. Wilson (“From Jesus to Paul: The Contours and Consequences of a Debate,” en From Jesus to Paul: Studies en Honour of Francis Wright Beare, ed. P. Richardson and J. C. Hurd [Waterloo, Ontario: Wilfrid Laurier University, 1984]) y Frans Neirynck (“Paul and the Saying of Jesus,” en L’apôtre Paul: Jesús Personalité, Style et Conception du Ministère, BETL, 73, ed. Albert Vanhoye [Leuven: Leuven University Press, 1986], 265-321). Particularmente ver los ensayos coleccionados por Alexander J. M. Wedderburn, cuyo tema principal es la conexión entre el pensamiento de Pablo y los de Jesús (Paul and Jesus: Collected Essays. JSNT, Supplement 37 [Sheffield: JSOT Press, 1989]); y David Wenham (“The Story of Jesus Known to Paul,” en Jesus of Nazareth: Lord and Christ, ed. J. B. Green and M. Turner [Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1994], 297-311).

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enseñanzas lo revela el hecho que se encuentre cerca de noventa citaciones explícitas al AT en sus cartas. El número exacto depende de cómo se define lo que es una cita de esta naturaleza.1
Tal vez sean aún más importantes las muchas alusiones al AT–lugares en donde Pablo usa lenguaje del AT sin que sea una citación definida–y el grado inestimado de influencia del AT en la formación del pensamiento del apóstol. Pablo, de hecho, usa el AT selectivamente y lo interpreta en un contexto definido, a través de una hermenéutica cristocéntrica: Cristo es el cumplimiento “de la ley y los profetas”.2
El mundo griego
Frecuentemente los pensadores del siglo XIX leyeron a Pablo descartando toda influencia griega.Hoy, sin embargo, se asume la influencia del pensamiento griego en el contexto en que Pablo creció y trabajó.
Eruditos contemporáneos sugieren la influencia de las religiones mistagógicas del mundo helenomuy populares en los días del apóstol. Estas enfatizaban la habilidad del ser humano en mantener una relación mística con la
1E. Earle Ellis encuentra 93 citas del AT en Pablo (Paul´s Use of the Old Testament [Grand Rapids: Baker, 1981], 11).
2Para un estudio adicional del tema, ver a J. W. Aageson (“Paul´s Use of Scripture: A Comparative Study of Biblical Interpretation en Early Palestinian Judaism and the New Testament: With Special Reference to Romans 9-11" [D.Phil. diss., Oxford University, 1983]; idem, Written also for Our Sake: Paul and the Art of Biblical Interpretation [Louisville: Westminster/John Knox, 1993]); R. B. Hays (Echoes of Scripture in the Letters of Paul [New Haven: Yale University, 1989]); D. A. Oss (“Paul´s Use of Isaiah and its Place en His Theology: With Special Reference to Romans 9-11 [Ph.D. diss., Westminster Theological Seminary, 1992]) y C. D. Stanley (Paul and Languaje of Scripture: Citation Technique in the Pauline Epistle and Contemporary Literature [SNTSMS 69; Cambridge: University Press, 1992]).

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deidad y los ritos misteriosos en un estado de éxtasis.
Estudios más o menos recientes encuentran muchos elementos mistagógicos en las cartas de Pablo. Se concluye que el apóstol, en un grado indeterminado y variable, ha moldeado las enseñanzas de Cristo en las categorías provistas por estas religiones. En su forma más extrema, alguno sostiene que Pablo transformó drásticamente el simple mensaje de Jesús en una religión mística y especulativa.1
Dondequiera Pablo haya crecido, debe haber conocido bien el mundo griego y se espera que usara su lenguaje y conceptos para expresar el significado de Cristo e iluminar aspectos del evangelio. Sin embargo, en sentido estricto, se cuestiona la propuesta de que el mundo griego fuese la fuente influyente y determinante del pensamiento y las enseñanzas de Pablo. Algunas veces proveyó el ropaje, pero rara vez, si alguna, el cuerpo que fue vestido.
Es inaceptable la hipótesis de que Pablo dependa de las religiones mistagógicas.2 Los paralelos conceptuales no son muy cercanos, y cada una de las posibles dependencias atribuidas pueden explicarse más satisfactoriamente
1Sobre estos aspectos, ver a Richard Reitzenstein (Hellenistic Mystery Religions: Their Basic Ideas and Significance [ET Pittsburgh: Pickwick, 1978]); Wilhelm Bousset (Kyrios Christos [Nashville: Abingdon, 1970]) y Rudolf Bultman (Theology of the New Testament, 2 vols [New York: Charles Scribner´s Sons, 1951-55], 1:187- 352).
2Un clásico en este punto es J. Gresham Machen (The Origen of Paul´s Religion [London: Hodder & Stoughton, 1921 ]). Ver también a H. A. A. Kennedy, St. Paul and Mystery Religions (London: Hodder & Stoughton, 1913).

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en otros términos.1
El Judaísmo
En reacción a la tendencia sugerida en el punto anterior, muchos otros insisten que el contexto hebreo y judaico del apóstol debe haber ejercido una influencia significativa y determinante en la formación de su pensamiento y teología.
C. G. Montefiore sugiere que el judaísmo helénico de la niñez de Pablo en Tarso fue un factor clave.2 Mientras Albert Schwietzer piensa que el judaísmo apocalíptico es la clave para la teología de Pablo,3 Walter D. Davies enfatiza como influencia importante el judaísmo rabínico y fariseísta de sus días.4
Los intérpretes contemporáneos están menos preocupados que antes en la distinción entre judaísmo palestino o helénico o entre judaísmo apocalíptico o farisaico. Sin justificar tales distinciones, se observa un consenso generalizado a favor de los antecedentes judaicos del apóstol. Pablo mismo afirma ser “hebreo de hebreos”. Los conceptos básicos del apóstol provienen del AT, texto que había aprendido en el contexto del judaísmo de sus días.
1Para citar un ejemplo, ver el estudio de Romanos 6 hecho por Günther Wagner, Pauline Baptism and the Pagan Mysteries (Edinburgh: Iliver & Boyd, 1967).
2C. G. Montefiore, Judaism and St. Paul (London: Goschen, 1914).
3Albert Schwietzer, The Mysticism of Paul the Apostle (New York: H. Holt, 1931).
4Walter D. Davies, Paul and Rabbinic Judaism, 4° ed (Philadelphia: Fortress, 1980).

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Aunque su conversión lo condujo a una completa revalorización de sus creencias rabínicas, el contexto en que origina y desarrolla su pensamiento es el judaísmo.
Una cronología sugerente para la vida de Pablo1
La cronología paulina se interesa en establecer la secuencia y, donde sea posible, las fechas de los eventos en la vida del apóstol. Dos son las fuentes principales para establecer la cronología de Pablo, los Hechos de los Apóstoles y sus cartas. Hay poca dificultad en integrar las dos fuentes de informaciones con sus respectivas secuencias históricas.
Sin embargo, dada ciertas imprecisiones en los datos cronológicos y algunas limitaciones en la evidencia, varias son las propuestas hechas en los estudios cronológicos de los hechos del apóstol. No sería posible construir una definitiva cronología de la vida de Pablo.
Una posible cronología del curso misionero de Pablo, podría ser la siguiente:
Evento Fecha probable
Conversión 34-35
Ministerio en Damasco y Arabia 35-37
1Por algunos de los intentos hechos, ver a G. Ogg (The Chronology of the Life of Paul [London: Epworth, 1968]); J. Knox, (Chapters in a Life of Paul [Nashville: Abigdon, 1959]); J. J. Günther (Paul: Messenger and Exile: A Study in the Chronology of His Life and Letters [Valley Forge, PA: Judson, 1972]); R. Jewett (A Chronology of Paul´s Life [Philadelphia: Fortress, 1984]); G. Lüdemann (Paul, Apostle to the Gentiles: Studies in Chronology [Philadelphia: Fortress, 1984]).

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Primer viaje a Jerusalén 37
Ministerio en Tarso y Cilicia 37-45
Segundo viaje a Jerusalén 45, 46 o 47
Primer viaje misionero 46-47 o 47-48
Concilio apostólico en Jerusalén 48 o 49
Segundo viaje misionero 48 o 49-51
Tercer viaje misionero 52-57
Encarcelamiento en Cesarea 57-59
Viaje a Roma 59-60
Encarcelamiento en Roma 60-62
Ministerio en el oeste 62-64
Muerte 64-67

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